martes, marzo 27, 2007

Confesión quinielera

Hoy no tenía monedas para el colectivo. Tampoco había un kiosco cerca, como para comprar algo y que el vuelto me alcanzara para viajar. En la esquina de la parada divisé una casa de juego. Con tal de conseguir una moneda para viajar, aposté un pesito al 79 en la vespertina nacional. Jugué al 79, que es el número de Los Ladrones, porque anoche soñé que me choreaban. Recién chequeé los resultados y me enteré de que salió el 94 a la cabeza, o sea que perdí

Sin embargo, el 80 salió segundo

'Por un número y salía segundo', pensé. Y he ahí la gran trampa del juego: uno casi nunca gana, pero siempre encuentra un mecanismo para convencerse de que la chance de ganar estuvo muy cerca

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